Las miradas extrañas son las mejores aunque desnuden al alma.
En ciertos momentos, aquella mirada extraña del fulano será suficiente para el aire en el corazon y la carrera de las palpiaciones.
Aveces las miradas nos despojan de cualquier agnosticismo y nos hacen creer en el Ser.
En el Ser antiguo y divino que aquel extraño acaba de descubrir en mi o en tí.
Y que uno es también extraño para aquel que le desprende las ropas, entonces, los roles se invierten. Y los dos se encuentran desnudos, pero llega el parpadeo pudoroso a cubrirnos.
sábado
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