viernes

Ahora permitame hablarle de usted:

Permítame decirle por favor— permítame
decirle lo que siento. Perdone mi falta de
educación, mi dificultad de diferenciar
entre lo que es apropiado y lo que no.

Si es cuestión de hablar honestos, creo que
he perdido la cordura. Si es cuestión de
hablar honestos, déjeme decirle: creo que
ambos la hemos perdido.

Por favor no me restrinja. Bastante ha
sido mi silencio forzado y mi impotencia al
pretender hablar. A pesar de todo… a pesar
del tiempo… permítame decirle que mis ganas
de expresarle no se irán. Mis ganas de
decirle lo que siento.

No se en que momento—dígame en que
momento fue…en que instante nos
sorprendió la vida?

Yo, por mi parte me hago preguntas sin
respuestas. Preguntas que ni usted—
siendo la respuesta que busco— puede
contestar.

Permítame decirle que estoy bien. Ya no
estoy aterrada, y ahora solo espero.
Espero al tiempo y el espacio. Espero
sin prisa y sin medida. Paciencia.

Permítame repetirle que aquí
permaneceré… puede ser aquí, puede ser
allá, pero permaneceré. Permítame
recordarle nuestro trato.
Trato que—déjeme recordarle— cumpliré.

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